lunes, 26 de agosto de 2019

EL PERÚ DE LAS LETRAS Y SENTIMIENTOS

José María Argueda

José María Arguedas nació en Andahuaylas, en la sierra sur del Perú el 18 de enero de 1911. Proveniente de una familia criolla y aristócrata por parte materna, quedó huérfano de madre a los tres años de edad. Por la poca presencia de su padre ―que era un abogado litigante y viajero, y su mala relación con su madrastra y su hermanastro, se refugió en el cariño de los sirvientes indios, lo que hizo que se adentrara con la lengua y costumbres andinas que modelaron su personalidad. Sus estudios de primaria los realizó en San Juan de LucanasPuquio y Abancay y los de secundaria en Huancayo y Lima.
Ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos, en 1931; allí se licenció en Literatura, y posteriormente cursó Etnología, recibiéndose de bachiller en 1957 y doctor en 1963. De 1937 a 1938 sufrió prisión en razón de una protesta contra un enviado del dictador italiano Benito Mussolini. Paralelamente a su formación profesional, en 1941 empezó a desempeñar el profesorado, primero en Sicuani, Cuzco, y luego en Lima, en los colegios nacionales Alfonso Ugarte, Guadalupe y Mariano Melgar, hasta 1949.
Ejerció también como funcionario en el Ministerio de Educación, poniendo en evidencia su interés por preservar y promover la cultura peruana, en especial la música y la danza andina. Fue Director de la Casa de la Cultura (1963-64) y Director del Museo Nacional de Historia (1964-1966). En el campo de la docencia superior, fue catedrático de Etnología en la Universidad de San Marcos (1958-1968) y en la Universidad Nacional Agraria La Molina (1962-1969). Agobiado por conflictos emocionales, puso fin a sus días disparándose un tiro en la sien.
Su obra narrativa refleja, descriptivamente, las experiencias de su vida recogidas de la realidad del mundo andino, y está representada por las siguientes obras: Agua (1935), Yawar fiesta (1941), Diamantes y pedernales (1954), Los ríos profundos (1958), El Sexto (1961), La agonía de Rasu Ñiti (1962), Todas las sangres (1964), El sueño del pongo (1965), El zorro de arriba y el zorro de abajo (publicado póstumamente en 1971). Toda su producción literaria ha sido compilada en los primeros cinco tomos de sus Obras completas (1983). Además, realizó traducciones y antologías de poesía y cuentos quechuas. Sus traducciones y antologías de poesía y cuentos quechuas, como sus trabajos de antropología y etnología y su producción no literaria en general se encuentran compilados en la segunda parte de sus Obras completas (2012).
Nacimiento y niñez
José María Arguedas Altamirano nació el 18 de enero de 1911 en la ciudad de Andahuaylas, en la sierra sur del Perú. Era hijo de Víctor Manuel Arguedas Arellano, un abogado cuzqueño que ejercía de Juez en diversos pueblos, y de Victoria Altamirano Navarro, perteneciente a una hacendada y acaudalada familia de Andahuaylas. Cuando falleció su madre, víctima de «cólicos hepáticos», pasó a vivir en la casa de su abuela paterna, Teresa Arellano, en la ciudad de Andahuaylas. En 1915, al ser nombrado juez de primera instancia de la provincia de Lucanas departamento de Ayacucho, su padre se trasladó a dicha sede, donde poco después se casó con una rica hacendada del distrito de San Juan (Lucanas), provincia del mismo nombre del departamento de Ayacucho, Grimanesa Aran Goitia Iturbe viuda de Pacheco (1917). El pequeño José María viajó entonces a Lucanas, para reunirse con su madrastra; el viaje fue todo un acontecimiento para él, como lo recordaría siempre. La familia se instaló en Puquio, capital de la provincia de Lucanas del departamento de Ayacucho. José María y su hermano Arístides, dos años mayor que él, fueron matriculados en una escuela particular. Al año siguiente, 1918, los dos hermanos continuaron sus estudios en San Juan de Lucanas, a 10 km de Puquio, viviendo en la casa de la madrastra. En 1919, Arístides fue enviado a estudiar a Lima y José María continuó viviendo con la madrastra.
En 1920, tras la ascensión al poder de Augusto B. Leguía, el padre de José María ―que era del partido contrario (pardista)― fue removido de su cargo de juez y tuvo que retornar a su profesión de abogado litigante y viajero, trajinar que solo le permitía hacer visitas esporádicas a su familia. Esta etapa de la vida del niño José María estuvo marcada por la difícil relación que sostuvo con su madrastra y con su hermanastro Pablo Pacheco. Aquella sentía por su hijastro un evidente desprecio, y constantemente lo mandaba a convivir con los criados indígenas de la hacienda, de la cual solo lo recogía a la llegada de su padre, tal como lo ha relatado Arguedas en el primer encuentro de narradores realizado en Arequipa en 1965. Por su parte el hermanastro lo maltrataba física y psicológicamente e incluso en una ocasión le obligó a presenciar la violación de una de sus tías, que era a la vez la mamá de uno de sus compañeritos de escuela (los «escoleros» mencionados en varios de sus cuentos). Al parecer, esa fue solo una de las tantas escenas sexuales que fue obligado a presenciar, ya que el hermanastro tenía muchas amantes en el pueblo. La figura de este hermanastro habría de perdurar en su obra literaria personificando al gamonal abusivo, cruel y lujurioso. Sobre aquel personaje diría Arguedas posteriormente:
Cuando llegó mi hermanastro de vacaciones, ocurrió algo verdaderamente terrible (...) Desde el primer momento yo le caí muy mal porque este sujeto era de facciones indígenas y yo de muchacho tenía el pelo un poco castaño y era blanco en comparación con él. (...) Yo fui relegado a la cocina (...) quedaba obligado a hacer algunas labores domésticas; a cuidar los becerros, a traerle el caballo, como mozo. (...) Era un criminal, de esos clásicos. Trataba muy mal a los indios, y esto sí me dolía mucho y lo llegué a odiar como lo odiaban todos los indios. Era un gamonal.
Algunos, sin embargo, consideran que el supuesto maltrato de la madrastra fue una ficción; entre ellos el mismo Arístides.
A mediados de julio de 1921 José María se escapó de la casa de la madrastra junto con su hermano Arístides, que había retornado de Lima; ambos fueron a la hacienda Viseca, propiedad de su tía Zoila Rosa Peñafiel y su esposo José Manuel Perea Arellano (medio hermano de su padre) a quien le tenía un gran cariño, situada a 8 km de San Juan de Lucanas. Allí vivió durante dos años, en ausencia del padre, conviviendo con los campesinos indios a quienes les tomó cariño y con quienes participaba por diversión de las faenas agrícolas. De dos campesinos guardaría un especial recuerdo: don Felipe Maywa y don Víctor Pusa. Para José María fueron los años más felices de su vida.


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